El suceso que había decidido olvidar
- A rocker
- 1 feb 2022
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 17 feb 2023

En algún lado alguien te creerá.
¿Te ha pasado que experimentas o eres testigo de algo que va a ser muy difícil de creer cuando se lo cuentes a alguien? ¿De algo tan extraño que te deja confundido y terminas dudando hasta de ti mismo?
Hace 15 años me tocó vivir en carne propia un suceso que preferí olvidar, más porque no hallaba la forma de darle lógica que por el suceso en sí, ¿cómo iba a explicar algo que ni yo terminaba de entender?
Para evitar las burlas, los gestos de poca fe y los cuestionamientos, no quise compartirlo ni con mis mejores amigos, decisión que respeté hasta hace algunas semanas cuando, por azares del destino, ocurrió algo que me hizo recordarlo como si hubiera pasado ayer.
EL ORIGEN DE TODO
Hace seis meses más o menos, estando en casa, apareció en mi feed de Facebook una nota titulada: "Las desapariciones del metro", no dudé ni un segundo en abrir el enlace, pues si algo en esta vida es mi debilidad son los blogs y los sitios de terror.
Debo de admitir que, leyendo los primeros párrafos, pensé que era una nota roja disfrazada de "misteriosa" sobre asesinatos y secuestros ocurridos en el metro, lo cual me haría perder el interés rápido, pero no, para mi sorpresa era fiel a su encabezado.
Según el texto, es alarmante la cantidad de gente que desaparece en el metro de la Ciudad de México. Así como lo lees, existen denuncias formales de personas asegurando que un amigo o familiar se ha ido sin dejar rastro y lo último que saben de ellos es que usarían el metro.
El metro es el medio de transporte público con mayor cobertura en la CDMX y también es el que mayor afluencia tiene. Con más de 200 kilómetros de vías en servicio y 195 estaciones distribuidas en 12 líneas, traslada diario a más de 2 millones de personas.
Es decir, el metro es una ciudad subterránea en donde es cierto que suceden casi todo tipo de cosas, pero que existan registros de desapariciones sin sentido es una cosa que no puede ser tomada como algo normal.
La nota sugiere que las denuncias no son clasificadas como secuestros porque no se reciben llamadas de extorsión ni para exigir un rescate, simplemente parece que a los extraviados se los "tragó" la tierra de un momento a otro.
Debo confesar que estaba enganchado, así que continué leyendo esperanzado en que vendría algún testimonio, pero no, el texto no ofreció pistas.
Me quedé un poco desilusionado porque esperaba mucho más de una nota que me atrapó desde el título, pero sin darle más vueltas regresé a mi feed y continué navegando en Facebook.
LOS VIAJEROS EN EL TIEMPO
Tres meses después de aquella interesante pero incompleta nota, fiel a mi ritual previo a dormir estaba pasando un rato en mis redes sociales, en Tik Tok para se precisos, cuando me apareció un video de una cuenta que publica contenido sobre cosas paranormales (por si había dudas de que esos temas son mi debilidad). Era el quinto video de un Top 10 de leyendas urbanas de la CDMX.
El tema era "Fantasmas en Tlatelolco", que es la historia de supuestos espíritus que se aparecen en la Plaza de las Tres Culturas. Los locales aseguran ver sombras y oír ruidos extraños (especialmente por las noches), esto a causa de los trágicos sucesos ocurridos en Tlatelolco a lo largo de los años: batalla de Hernán Cortés contra Cuauhtémoc, la masacre estudiantil de 1968, el gran terremoto de 1985, etc.
Me gustó cómo contaron la leyenda, así que entré al perfil de la cuenta a buscar las otras nueve. No recuerdo de qué trataban todas, pero algunas eran sobre "La Planchada", que es una enfermera fantasma en el Hospital Juárez del Centro, sobre "La Casa de la Tía Toña" en la tercera sección del Bosque de Chapultepec, y la que más me gustó y que nunca se me va a olvidar: "Los Viajeros en el Tiempo del Metro".
Esta leyenda no la conocía, pero cuenta que hay muchos usuarios quienes aseguran haber viajado en el tiempo mientras hacían sus recorridos. Personas que estando en el vagón, relatan que el chofer no se detuvo sino hasta la última estación, y cuando las puertas se abrieron habían recorrido solo una.
Otras dicen haber entrado al metro a medio día, haber hecho sus transbordos normales y al salir se dieron cuenta de que era de noche; habían transcurrido varias horas, y otras juran haberse bajado del vagón y aparecer en una estación en la que simplemente no podrían estar porque ni siquiera pertenece a la línea en la que iban viajando.
Esta serie de videos me entretuvieron mucho, bastante más que la nota leída tres meses atrás, pero tampoco era para volverse locos, por lo que todo quedó ahí, en una grata distracción.
LA HISTORIA QUE ME HIZO RECORDAR
Si eres consumidor de redes sociales, sabes que Tik Tok puede ser muy peligroso, pues solo tienes que compartir algunos intereses, dar unos cuantos likes y listo, tienes en tu feed un sinfín de cuentas y videos afines que podrían dejarte despierto toda la noche si no tienes autocontrol.
Cada día me convenzo más de que yo no lo tengo, pues imagíname hace un mes en mi cama, a la 1 am, "swipeando" videos en lugar de dormir. Pero todo tiene su recompensa, ya que de nueva cuenta apareció ante mí un video con temática paranormal, el que me hizo recordar aquel suceso de hace 15 años que preferí no revelar.
En el video aparece una joven, de aproximadamente 25 años, compartiendo su testimonio sobre algo que le pasó hace un par de semanas en el metro de la Ciudad de México y que la tenía visiblemente consternada.
Cuenta que después de terminar unos asuntos, ingresó a la estación Normal de la Línea Azul y tomó la dirección Cuatro Caminos rumbo a la estación Ermita, lo que se traduce en un recorrido de 15 estaciones, el cual no tuvo ningún inconveniente.
Lo increíble ocurrió arribando a su destino, pues al salir del vagón se percató de que en efecto había llegado a la estación Ermita, pero había algo muy raro, inexplicablemente se encontraba en la dirección Taxqueña, justo frente a la puerta en la que siempre aborda, como si apenas fuera a tomar el metro rumbo a la estación Normal, como si nunca hubiera viajado.
Estaba asustada y aturdida, no entendía lo que pasaba, se preguntaba por qué salió de ese lado si venía en la dirección opuesta y, por si fuera poco, fue la única pasajera que se dio cuenta, todos los demás caminaban como si nada rumbo a la salida.
Acabé de ver el video y llamó mi atención la cantidad de mensajes en apoyo a la joven, mostrándole empatía, sin embargo, lo que más me impresionó fueron los comentarios de gente asegurando haber vivido cosas similares en distintas estaciones del metro.
Y fue en ese preciso momento cuando recordé y todo cobró sentido.
EL SUCESO QUE HABÍA DECIDIDO OLVIDAR
Aquella tarde de 2006 ya llevaba un rato en casa de mi amigo, comenzaba a oscurecer, la zona no era la más bonita y el regreso no era precisamente el más corto, pues para llegar el metro primero tenía que caminar unos 10 minutos, así que opté por despedirme.
Mi amigo sugirió que tomara el camión para llegar más rápido, pero no me gusta tomar camiones en zonas que no conozco bien y menos si ya es de noche, así que mejor apresuré el paso una vez que cerré la puerta del zaguán.
Aunque "echando ojo pa´ atrás" cada ciertos pasos, el trayecto lo logré sin contratiempos, ingresé a la estación Ciudad Deportiva de la Línea Café y, ubicando rápido la dirección Tacubaya, me dirigí a esperar el metro. La ruta consistía en seis estaciones hasta Centro Médico y de ahí transbordar en dirección Universidad a Eugenia (Línea Verde), que son dos estaciones más.
El tramo por la Línea Café inició sin inconvenientes, de hecho me consideré afortunado de encontrarme en un vagón semi vacío (sobre todo porque era viernes) en el cual hasta me pude sentar.
Fiel a mí esencia, venía escuchando música, y de verdad que lo siguiente nunca me suele pasar, pero esa vez me distraje o tal vez me confié, pero cuando levanté la cabeza ya me había pasado una estación. Ni modo, a regresarse.
Me bajé en Chilpancingo, subí las escaleras y crucé al otro lado, rumbo a dirección Pantitlán, era tan obvio lo que tenía que hacer para regresar a Centro Médico que todo lo hice en automático. Minutos después llegó el metro, lo abordé y recuerdo perfecto que pensé: -Para qué me siento si es solo una estación- y me quedé parado frente a la puerta. Y pasó lo inexplicable.
El vagón se detuvo, las puertas se abrieron y cuando salí no podía entender lo que había sucedido, ahora me había pasado dos estaciones, el letrero frente a mí decía: Patriotismo. -¿Pues qué demonios hice?- Me pregunté.
Molesto por lo que consideré una segunda distracción, caminé de nuevo a las escaleras, llegué a la dirección opuesta y para mi sorpresa el letrero decía: Pantitlán. ¿Eso quería decir que no había confusión, yo estaba bien! Si hubiera estado equivocado claramente el letrero diría: Tacubaya. ¿Qué estaba pasando?
Llegué al punto de pensar que me estaban haciendo una broma, exageré al grado de acercarme a ver el mapa de la pared y en efecto estaba en lo cierto. Una vez más, subí las escaleras para cruzar, cuando caí del otro lado me fijé en el letrero y la dirección decía: Pantitlán, esperé a que llegara el metro, abordé y esta vez sin perder detalle conté las dos estaciones que debía recorrer.
Chilpancingo, una, Centro Médico, dos; llegué.
Transbordé. Plaza de la Transparencia / Etiopía, una, Eugenia, dos. Caminé cinco minutos más hasta mi casa y me encerré en mi recámara. -No estoy loco, ¿qué demonios pasó?- Dije en voz alta. Lo que sucedió no tenía lógica ni testigos, así que la mejor alternativa era guardarlo para mí.
Muchos años después sigo sin saber qué pasó exactamente aquella noche del 2006, pero sentí una empatía absoluta con la joven del video, no sé si todo pueda estar relacionado con viajes en el tiempo o con desapariciones en el metro, pero ahora más que nunca estoy convencido de que sí me pasó. Hay muchos testimonios como el nuestro y tanta gente no puede estar equivocada.
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