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La base de Hobbs

  • Foto del escritor: A rocker
    A rocker
  • 9 oct 2022
  • 19 Min. de lectura

Actualizado: 23 feb 2023


Cuando Max cerró la puerta del taxi lamentó haberse bajado. Sí quería ver a Vivian, tenía 1o años sin verla, pero lo suyo no eran las fiestas, él prefería una plática tranquila en un bar y no en un lugar con mucha gente, sin embargo, no había marcha atrás, ya le había avisado a su amiga que iba en camino, es más, ya estaba frente a su edificio. Se registró en el libro de visitas, entró al condominio y presionó el botón 9 del elevador, el del último piso, instantes después estaba frente a la puerta gris del roof garden, se quedó parado frente a ella un momento, respiró hondo y la abrió.


Para su suerte no era una fiesta, era más bien una reunión con los amigos más íntimos de Vivian. Cuando ella lo vio corrió a abrazarlo, le dio un beso en la mejilla y le dio una bolsa diminuta color café. -Ábrela hasta que te vayas- Le dijo, luego lo tomó de la mano dirigiéndolo a un par de sillas en una esquina y comenzaron a ponerse al día, había mucho de que platicar tras una década de ausencia.


Después de algunas horas, Max se sinceró y le contó que las cosas no iban nada bien en cuestión de trabajo, le confesó que estaba por cumplir un año desempleado y que había estado sobreviviendo gracias a algunos proyectos, pero que le urgía tener algo estable, le urgía un ingreso fijo.


-¿A dónde vas?- Preguntó Max a Vivian mientras ella se dirigía apuradamente hacia un pequeño grupo al otro lado del roof. Esos segundos los aprovechó él para hacer trampa y abrir la bolsa café, dentro había una pulsera negra con un dije de luna en color plata. -Ella es Uma, una amiga del trabajo- Dijo cuando volvió instantes después. -Creo que te puede interesar lo que va a decir.- Agregó.


Max se puso de pie y le extendió la mano a Uma, ella le sonrió y se la estrechó mientras le contaba, para romper el hielo, que Vivian se la pasó hablando de él toda la semana en la oficina y de lo mucho que lo admiraba por nunca rendirse.


Le contó que tenía un primo, quien a su vez tenía un amigo, que hace poco estaba buscando gente que quisiera laborar en la empresa donde trabajaba, le aclaró que no sabía nada de la vacante ni de la compañía, pero que si quería con gusto los ponía en contacto. -¡Claro que me interesa! De verdad, mil gracias- Exclamó Max con énfasis.


Uma le marcó a su primo, lo puso al tanto de todo, y él le confirmó que su amigo seguía buscando a alguien para la posición. Max le compartió su número y todo quedó listo, le iban a marcar el lunes temprano. El resto de la noche fue igual de agradable, Max no pudo evitar la ilusión de un futuro prometedor mientras volvía a su mente lo tonto que fue pensar en decirle al taxista que lo llevara de regreso a casa

Ya no era temprano y los nervios tenían a Max al borde de la desesperación. No sabía a qué hora llamarían, así que la incertidumbre lo tenía caminando por toda la casa desde hace cinco horas, sin hablar, sin prender la televisión, solo esperando. Era medio día cuando sonó su celular, estaba en la cocina y corrió a la recámara mientras maldecía la pésima suerte de que llamarán en el único momento en que se separó del teléfono. No tenía registrado el número y eso le provocó un revoltijo en el estómago.


-¿Hola?- Dijo con voz titubeante.


La llamada fue breve; habló con una mujer. Por los nervios no le preguntó su nombre, pero por el tono de voz dedujo que era joven. Fue educada pero cortante, le dijo que se comunicaba por la vacante en Hobbs Industries y le pidió presentarse al día siguiente a las 11 am. No supo cómo sentirse después, la mujer no le dijo nada. Colgó y no sabía el giro de la empresa, ni de qué era la vacante y mucho menos cómo sería el proceso de selección, tampoco le preguntaron su experiencia profesional ni a qué se dedicaba actualmente, la única información que pudo rescatar fue el nombre y la ubicación de la compañía.


Ya más tranquilo y habiendo decidido no pensar en la entrevista, se metió a bañar no sin antes apuntar al reverso de un viejo recibo de luz que tenía sobre su escritorio: Hobbs Industries.


"Conglomerado internacional especializado en la industria de alimentos y bebidas" fue el resultado que arrojó su computadora al buscar Hobbs Industries unas horas después. No entendió mucho pero todo se veía bien, la dirección coincidía y hasta pudo ver la foto del edificio al que iría. Se sintió tranquilo al ver que era una empresa seria aunque no supiera ni por qué puesto competía, y eso le fue suficiente para cerrar la laptop e irse a dormir.

El reloj de Max marcaba las 10:50 am cuando el autobús lo dejó frente al imponente edificio que vio a través de la pantalla el día anterior. Era bastante alto, 17 pisos, y se veía moderno y con clase, imposible resistirse a mirarlo. Una hermosa fachada espejo cubría la estructura y en la esquina superior izquierda, con letras grandes y de color verde, se leía HI (Hobbs Industries), además, en la azotea se alcanzaban a distinguir faros de luz escarlata, señal inequívoca de un helipuerto.


El edificio tenía un patio delantero y uno trasero, ambos tenían lámparas y cámaras de seguridad ancladas en los muros color cemento y estaban conectados por un pasillo del lado derecho de tres metros de ancho por 15 metros de largo.


Había dos formas de acceder. Si se venía a pie, había que tocar el timbre de la reja negra que protegía la entrada principal y luego cruzar el patio hasta llegar al edificio. Si se venía en auto, había que entrar por la isla y mostrar la credencial para que se levantara una pluma que permitía ingresar al estacionamiento por una rampa del lado izquierdo.


Cinco minutos después de anunciarse, entró Max. Cuando cruzó la reja vio que del otro lado del patio se acercaba un hombre, era alto, de tez blanca y complexión robusta, tenía cabello negro y poblado, y bajo su nariz se asomaba un abundante bigote cano. Usaba un uniforme verde olivo de una sola pieza muy parecido a los overoles de manga larga que usan quienes trabajan en las gasolineras.


Sígueme.- Indicó el hombre mientras se dio media vuelta a prisa.


Max tuvo que acelerar el paso para no perder al tipo de vista, quien sin voltear caminó por el pasillo que conectaba con el patio trasero hasta llegar a una pequeña bodega. En el interior no había casi nada, solo una luz proveniente de un foco en el techo, dos sillas grises, y al fondo, pegada a la esquina sobre una mesa de metal, una bolsa negra.


Ambos se sentaron, uno frente al otro, y fue ahí cuando Max notó una pequeña placa con el nombre "Niko" asomándose del cuello de su entrevistador, cuando este se dio cuenta escondió rápido el collar bajo la ropa.


Luego de un silencio prolongado, Niko comenzó a hablar:


-Este es el laboratorio de química en alimentos de Hobbs Industries. Empiezas mañana y tus días de trabajo son los lunes, miércoles y viernes, hay otro guardia de seguridad pero él viene los días que tú descansas, así que no lo vas a ver.-


-Pon atención, la entrada es a las 8 am y la salida es a la misma hora del día siguiente. Primero registras tu llegada, para eso ingresas al edificio por la puerta del patio trasero, después pides el elevador para empleados con tu tarjeta de acceso y bajas dos niveles, únicamente dos niveles, ¿entendiste? Todos los demás están prohibidos para ti, luego caminas por el pasillo hasta el fondo y a mano izquierda verás el checador.-


-Después te cambias y vas a la caseta de vigilancia por la bitácora para que sepas qué visitantes y proveedores esperamos durante el día. Cuando lleguen, es importante que se registren para mantener el control de accesos. A las 7 pm debes encender las luces exteriores y, a partir de esa hora, cada hora, tienes que dar rondas por ambos patios y por los tres niveles de estacionamiento. Ya por último, registras tu hora de salida.-


-Ah, y algo que se me estaba olvidando: todas las noches, a las 2 am en punto, llega el transporte con los voluntarios que se someten a las pruebas de sabor, a ese autobús no le entretengas el paso y mucho menos lo registres en la bitácora. Ahora toma la bolsa y vete, no llegues tarde mañana.- Concluyó Niko poniéndose de pie y alejándose de la bodega sin mirar atrás.


Confundido y sin saber qué pensar, Max se puso de pie y caminó hacia la mesa de metal, tomó la bolsa negra y echó un vistazo en su interior, dentro había un uniforme idéntico al de Niko, unas botas negras, una gorra verde con un HI bordado al frente en color negro, una linterna, una radio de dos vías y una tarjeta de acceso blanca.

Max no habló durante todo el trayecto a casa, no estaba seguro de si había pensado algo siquiera, llegó a su departamento en modo automático. No entendía qué había pasado, estaba en shock. No sabía qué le había impresionado más, que se había sometido a las órdenes de Niko sin poner defensa alguna, o que el trabajo que tanto lo ilusionó y con el que se imaginó saliendo de todos sus problemas, terminó siendo un miserable puesto de guardia de seguridad.


No iba a volver, estaba decidido, nunca se había sentido tan poco en la vida, y lo que le dolía en el alma era lo ingenuo que fue al creer que su oportunidad por fin había llegado. -¡Qué idiota soy!- Gritó Max mientras golpeaba el colchón. Se acostó sobre la cama y puso una almohada encima de su cara, aún era temprano para irse a dormir, pero no tenía ganas de nada, el día había acabado para él.


Abrió los ojos casi cinco horas después. Ni siquiera se dio cuenta de en qué momento se durmió pero le sorprendió que fue mucho tiempo; la luz del sol se había ido. Llevaba un buen rato recostado contemplando la oscuridad de su recámara cuando un sonido lo espantó; era la alarma de su celular. Lo buscó a tientas en el buró que tenía a la derecha y cuando por fin lo tomó, vio la descripción: PAGAR RENTA.


La alarma lo trajo de vuelta a la realidad: necesitaba el trabajo. Era poco sueldo, pero nadie regala 10 mil pesos, con ese dinero podría pagar la renta cada mes, además, solo iría tres veces por semana a Hobbs Industries, así que con un poco de suerte encontraría un segundo trabajo y podría estar más tranquilo.


Los planes habían cambiado, se presentaría en HI a la mañana siguiente. Se levantó de la cama, fue a la cocina a cenar algo, después se quitó la ropa y ahora sí se envolvió en las sábanas, puso dos alarmas por precaución y se volvió a dormir.

Dos semanas después, tenía el puesto dominado, y aunque todo iba bien, no tardó en notar que HI era un lugar misterioso. Primero porque muy poca gente trabajaba ahí, era rarísimo no ver o escuchar el característico bullicio que provocan los empleados yendo y viniendo en un edificio de 17 pisos, y aunque fuera un lugar lleno de científicos metidos todo el día en los laboratorios, no era normal no cruzarse con alguien, ni siquiera en los patios o en el elevador, es más, no había vuelto a ver a Niko desde aquel primer día.


Segundo porque siempre que bajaba por las noches al estacionamiento para hacer las rondas de vigilancia, no había ni un solo auto en los tres niveles, lo cual era muy extraño porque él veía entrar varios a lo largo del día, es cierto que no se quedaba esperando a que salieran pero no había manera de que a las 7 pm ya no quedara rastro de ninguno. Hasta llegó a pensar que no tenía sentido hacer rondas ahí cada hora.


Y tercero por ese autobús que llegaba cada noche a las 2 am. Era de color gris, de unos 12 metros de largo, no llevaba ningún distintivo de HI a la vista y cada ventanilla estaba cubierta por su respectiva cortina, así que no se veía hacia dentro. Lo que tenía a Max con los pelos de punta era la gente que se bajaba de él, parecía que actuaban por inercia, como lo haría un sonámbulo.


Ya que el autobús se estacionaba en el patio delantero, la puerta principal del edificio se abría y de ella salía un hombre con un traje blanco similar al que usan los infectólogos, se acercaba y sin hablar escoltaba a las 30 personas que iban en el transporte, quienes a paso lento pero decidido entraban a HI, como si ya supieran a dónde ir, luego cruzaban el lobby, ingresaban en tres grupos al elevador de empleados y bajaban tres niveles.


Algo muy raro sucedía en Hobbs Industries y Max lo sabía.

"Voluntarios que son sometidos a evaluaciones sensoriales con el objetivo de analizar el sabor, la consistencia y la aceptabilidad de un alimento o bebida" fue lo que encontró Max al ingresar en el buscador de su computadora las palabras clave: Hobbs Industries, laboratorios, pruebas de sabor y química en alimentos.


La respuesta no lo satisfizo, él no quería saber qué hacen los sujetos a pruebas de sabor, lo que quería era encontrar una pista, por más pequeña que pudiera ser, que le ayudara a entender por qué estas personas no salían una vez que entraban al elevador.


-¿Saldrán por otra puerta? ¿Por algo me pidió Niko que no registrara en la bitácora ese autobús? ¿Estará relacionado todo esto con los autos que entran pero que no veo salir?- Se preguntó en voz alta. Max miró su reloj y vio que eran las 11:15 pm, ya era tarde y si no quería batallar para levantarse al día siguiente, tenía que dormir ya. Apagó la lámpara del buró, programó la alarma y cerró los ojos.


-¡Voy a entrar al elevador!- Dijo luego de abrir súbitamente los ojos unos minutos después. -Tal vez esa gente necesita ayuda y soy el único que puede ayudarles- Enfatizó.

Las horas de sueño ayudaron para que Max se diera cuenta que si bajaba por el elevador con los 30 voluntarios estaba firmando su renuncia, pues Niko le dijo muy claro que solo tenía acceso al Sótano 2 y que cualquier otro nivel estaba prohibido, sin embargo, algo dentro de él le decía que las cosas no andaban bien.


Estaba muy indeciso. Era clarísimo que nada era secreto, de otra forma no le hubieran encomendado la tarea de abrirle la reja al autobús cada noche, y también era cierto que no tenía pruebas de que esa gente estaba siendo maltratada o, peor aún, secuestrada, pero ¡ah, maldita intuición!


Todo ese día estuvo pensativo y, conforme se acercaban las 2 am, más ansioso se ponía, ¿lo haría o no? De los nervios ni se dio cuenta del momento en que prendió las luces de los patios, así que tuvo que correr de regreso ya en el estacionamiento para cerciorarse de que lo había hecho.


Cuando el reloj marcó la 1:55 am, Max se alistó para recibir al autobús. Fue a la bodega por las llaves de la reja y luego, haciendo zig zags en el piso con la luz de la linterna, caminó por el pasillo rumbo al patio delantero. Cinco minutos después, a tiempo como cada noche, apareció el tétrico transporte gris, lleno de esta gente que parecía enferma.


Para que el misterioso sujeto de uniforme blanco no notara que seguía atrás del autobús, Max hizo tiempo fingiendo que aseguraba los candados de la reja, luego se dio vuelta y vio que los voluntarios ingresaban al edificio, -¡Es ahora o nunca!- Susurró.


En cuanto se cerró el elevador con el tercer grupo dentro, Max se apresuró a llamarlo de regreso y un momento después se abrieron las puertas ante él, dio un paso temeroso hacia adelante y con el dedo índice de la mano derecha presionó el botón S3.


Se encontró con un pasillo idéntico al del nivel S2 que conocía bien, a lo lejos pudo ver a los últimos voluntarios dando vuelta a la izquierda, así que con pasos ágiles se apuró a alcanzar al grupo, cuando lo hizo, se detuvo en el borde donde terminaba el pasillo y, viendo de frente a la pared como si fuera a darle un beso, asomó la cabeza.


Vio al hombre de blanco dándole paso a los voluntarios a un segundo elevador, uno que Max no sabía que existía, era más angosto pero con el suficiente espacio para llevar a todos en tres viajes. En esta ocasión, el sujeto no acompañó a ningún grupo y, cuando el último se fue, caminó hacia el fondo del corredor y dio vuelta a la derecha.


Max había resuelto sus sospechas a medias, pues no contaba con el segundo ascensor, así que insistió en saber más, era cierto que se había arriesgado lo suficiente, pero ya estaba allá abajo, ahora tenía que saber quién era el tipo con uniforme.


Caminó siguiendo sus pasos, al fondo del pasillo dio vuelta a la derecha y, a menos de dos metros, vio una puerta a medio a abrir, se acercó y lo que vio le heló la sangre, el tipo misterioso estaba ahí dentro con unos papeles en la mano, pero se había quitado los guantes y el casco, Max no tardó ni un segundo en reconocer esa figura robusta con cabello negro poblado y abundante bigote, ¡ERA NIKO!


Como si hubiera visto un fantasma, se echó para atrás y se alejó, sudaba frío y las piernas le temblaban, sentía que en cualquier momento se le iba a detener el corazón. Pasó de frente al elevador recién descubierto, dio vuelta a la derecha y llegó al primer pasillo, fue entonces cuando corrió a toda velocidad para pedir el ascensor de empleados.


Cuando se halló a salvo en el lobby, el alma le volvió al cuerpo, tenía la adrenalina a tope pero lo había logrado, nadie lo había visto y daba gracias por eso, sintió que si lo hubieran encontrado hubiera estado en peligro más que su trabajo. Salió por la puerta que llevaba al patio trasero y fue directo a la bodega para encerrarse en el baño.

Ya había pasado un mes de aquella experiencia que casi le provoca un infarto. Max había prometido no volverse a meter en temas que no le incumben y enfocarse solo en las tareas por las que le pagaban; adiós papel de detective, había temido por su vida y no iba a intentar averiguar más.


No importaba que siguiera sin ver un solo empleado en HI, no importaba que entraran autos y no los viera salir, no importaba que llegara un camión sospechoso con personas que parecía necesitaban ayuda, no importaba que todas las noches viera a Niko debajo de ese uniforme blanco.


Pero la promesa duró solo un par de semanas.


Aquella madrugada, luego de que el autobús cruzó la reja negra, Max se dirigió al pasillo que conectaba con el patio trasero, cuando llegó dio media vuelta, cruzó los brazos recargando el hombro izquierdo sobre la pared, prendió un cigarrillo y observó a los voluntarios bajar uno a uno. En un abrir y cerrar de ojos sintió un escalofrío atroz que recorrió su espalda y llegó hasta su cabeza, la boca le temblaba tanto que sus labios soltaron el cigarro. No podía ser cierto, tenía que estar viendo mal, la distancia, la oscuridad y su mala vista debían estarle jugando una pésima broma. Se acercó algunos metros para enfocar mejor: tez blanca, cejas pobladas, nariz griega, cabello rubio hasta los hombros, delgada... ¡VIVIAN!


Estaba anonadado, era ella. Intentó alumbrarla a los ojos con su linterna en busca de alguna reacción, pero fue en vano, arrastraba los pies lentamente rumbo al edificio junto a los otros 29 voluntarios. Quería correr y evitar que entrara, pero sabía que sería muy peligroso, pensó en gritarle pero Niko lo escucharía. -¡¿Qué hago, maldita sea?!- Exclamó. Agotó todas las posibilidades, aunque en el fondo sabía cuál era la única opción si quería ayudarla: bajar al S3 y entrar al segundo elevador cuyo destino era una incógnita. Vivian era su gran amiga, la quería tanto.


Ya sabía qué le esperaba en el sótano 3, así que esta vez esperó algunos minutos, cuando las puertas del ascensor de empleados se abrieron, se quedó inmóvil durante un instante por si había algún rezagado, luego de confirmar que no, caminó hacia el fondo del pasillo y, al dar la vuelta, vio a Niko alejarse enfundado en su traje blanco rumbo al cuarto donde Max descubrió su identidad un mes antes. Era el momento, si lo iba a hacer tenía que ser ahora.


Se puso de frente a la puerta y puso la mano derecha encima del botón del elevador, la frente le sudaba a chorros y por el miedo sentía que respiraba con dificultad, rezó por un momento de debilidad que le hiciera arrepentirse, pero este jamás llegó. -Ella hubiera hecho lo mismo por mí- Pensó. Presionó el botón.


Entró y lo primero que notó fue que solo había un botón con las letras HB impresas en él, lo apretó y de inmediato se iluminó; las puertas se cerraron lentamente. Miró a detalle a su alrededor y se percató de que era un elevador austero, como si fuera de carga. Por los nervios no se dio cuenta de que llevaba un minuto dentro, era mucho tiempo pero pensó que en cualquier instante se detendría. Dos minutos. Empezó a sentir miedo, guardó silencio porque pensó que se había atorado, pero no, se escuchaba que seguía en funcionamiento. Cuatro minutos. Ya era presa del pánico, ni el elevador del edificio más alto tarda tanto en bajar. -Seguro ya se dieron cuenta de mi presencia- Aseguró. Siete minutos. En voz alta repasaba las excusas que le diría a quienes estaban controlando el ascensor, rogaría por su vida, ofrecería disculpas y juraría nunca contarle a alguien lo que pasaba en HI. Con el cuerpo temblando, levantó el antebrazo izquierdo para ver su reloj: Ocho minutos, veinticinco segundos descendiendo. Y de pronto, silencio, el elevador ya no estaba en marcha. Max había llegado al nivel HB.

Las puertas se abrieron y Max se encontraba a la mitad de un pasillo angosto pero muy largo, las paredes era blancas y del techo colgaban focos LED que irradiaban luz roja de forma intermitente creando una atmósfera tétrica que le puso los pelos de punta. A lo largo había puertas metálicas, todas con un vidrio cuadrado en el centro que dejaba ver hacia dentro y con un letrero que decía: ACCESO RESTRINGIDO.


Se alejó del ascensor caminando hacia la izquierda, volteando cada determinados pasos para asegurarse de que nadie lo siguiera. Pasó frente a las dos primeras puertas, acercó la cara hacia los vidrios y no vio nada extraño, eran unas oficinas cualquiera. Siguió caminando, ¿dónde estaría Vivian? Ya llevaba varios metros recorridos cuando escuchó pasos al final del pasillo acompañados de un ruido que, de primera instancia, no pudo reconocer, tenía segundos para esconderse si no quería encontrarse de frente con el dueño de esos pasos, así que corrió hacia la puerta que tenía a un metro y la abrió para esconderse. Guardó silencio y aún así podía escuchar los latidos de su corazón golpeando el overol. Un instante después, vio pasar a una persona con el mismo uniforme que usaba Niko empujando una plataforma llena de cadáveres humanos, apilados unos encima de otros y desnudos.


Cuando el tipo pasó de largo, Max vomitó de la impresión salpicando sus botas negras, no podía creer lo que acababa de presenciar, las lágrimas resbalaban por sus mejillas, ¡quería gritar!, sentía que todo le daba vueltas, así que se sentó en el suelo recargado en la puerta y cerró los ojos. Cuando los abrió, se dio cuenta de que se había escondido en un vestidor, había bancas, regaderas, baños, cestos con ropa sucia, casilleros y... ¡uniformes blancos colgados!. Se puso de pie de un brinco, casi perdió el equilibrio, pero qué importaba, había sucedido un milagro. Se vistió rápido y salió rogando porque Vivian no hubiera estado en aquella horrible plataforma.


Le estaba costando acostumbrarse al uniforme y al pesado casco, pero debía apurarse si quería ayudar a su amiga. Caminó unos 30 metros en línea recta en dirección de donde venía el sujeto con los cadáveres y, guiándose en gran parte por su intuición y por una que otra flecha dibujada en las paredes, llegó a unas escaleras que descendían hacia un pequeño corredor de menos de cinco metros de largo que terminaba en una puerta de acero abierta de par en par. Entró.


Ante él había una base científica, tan larga como una pista de aterrizaje y tan alta que no se distinguía donde terminaba. Había hombres y mujeres enfundados en trajes blancos, pero había una peculiaridad, también había grises, sí, extraterrestres trabajando con ellos y con el mismo uniforme, solo que ellos no traían casco. Eran pequeños, no más de 1.50 mts, delgados, de piel escamosa y de color verde pálido, tenían el cuello delgado y largo, sin boca, sin orejas pero con ojos grandes, ovalados y negros como la noche.


A lo largo de la base había cientos de camas de metal y, en cada una, estaban acostados los voluntarios, desnudos y con cables por todo el cuerpo, se encontraban en un sueño profundo, lo supo Max porque los cables conectaban con una máquina que reflejaba sus signos vitales. Todas estaban siendo vigilados por decenas de humanos que iban y venían entre las camas.


Unos metros adelante, Max vio cinco largas filas de voluntarios, tenían los ojos abiertos y caminaban lentamente pero no reaccionaban a ningún estímulo, era como si estuvieran siendo controlados por telepatía. Mientras avanzaban caminó entre ellos buscando a su amiga, pero no la encontraba por ninguna parte. -Vivian, ¿me escuchas? ¿Dónde estás? ¡Vivian! Susurraba con desesperación.


Las cinco filas se convertían en una sola en la parte de adelante, así que llegó hasta el frente entre empujones, cuando por fin tuvo un instante para tomar un respiro, vio que cada voluntario, a paso lento, subía por unas escaleras hacia un podio cuadrado y fue en ese momento cuando sus esperanzas se hicieron añicos, el corazón se le rompió en mil pedazos. Frente a él estaba un cilindro gigante lleno de agua y dentro de él estaba Vivian, desnuda y con los ojos cerrados, flotando inerte mientras cuatro grises la observaban desde un palco a cuatro metros de altura.


Los ojos se le llenaron de lágrimas, nunca pudo hacer algo por ella, llegó muy tarde. Por un segundo pensó en quitarse el casco y revelar su identidad para que esa pesadilla acabara de una vez, pero regresó a su mente aquel bello reencuentro en el roof garden, aquella noche donde volvió a sonreír luego de mucho tiempo. -No ha dejado de hablar toda la semana de lo mucho que te admira por nunca rendirte- Las palabras de Uma hicieron eco en su corazón y Max decidió luchar, iba a salir de ese maldito lugar y lo iba a hacer por Vivian, por su querida amiga.


Besó su pulsera negra con dije de luna y no hubo más miedo. Se abrió paso entre la multitud de voluntarios, se dirigió al otro lado del podio y comenzó a seguir a una mujer que empujaba una nueva plataforma llena de cadáveres. La vio cruzar una puerta, así que esperó un poco y luego la cruzó él, la observó a algunos metros mostrando una tarjeta frente a un lector para abrir una nueva puerta, esta de cristal, Max corrió y tuvo que barrerse para mantenerla abierta con la punta del pie derecho. Después la vio detenerse frente a una tercera puerta a la izquierda, la abrió, empujó la plataforma hacia dentro y la cerró. Siguió su paso hacia el fondo del corredor y, a la mitad de este, se detuvo frente a un ascensor.


El golpe que le acertó Max en la nuca con el puño derecho la noqueó inmediatamente. Un charco de sangre crecía en el piso como evidencia de que fue suficiente, pero a él no le importó, se hincó y continuó golpeándola, ahora con ambos puños, una y otra vez. Cuando se detuvo, le temblaban las manos del coraje y tenía los nudillos deshechos, era venganza pura.


Se puso de pie, le arrancó de un tirón la tarjeta que colgaba de su cuello, la puso frente al lector y presionó el botón. Se abrieron ante él las puertas del tercer elevador, entró y vio que solo tenía un botón con las letras HI impresas en él, lo apretó y de inmediato se iluminó. Max fue presa del pánico ocho minutos más.


Las puertas se abrieron en el lobby, en el extremo opuesto al ascensor de empleados. Aún era de noche cuando se alejó corriendo a toda velocidad de Hobbs Industries, no se detuvo ni para tomar aire, no hasta estar lejos de ese lugar, no hasta sentirse a salvo. Luego de unos minutos se paró, dio media vuelta, y en silencio observó el imponente edificio de 17 pisos bajo una hermosa luna llena. ¿Quién le iba a creer?

Esa misma noche, cuando Max estaba a punto de ser vencido por el sueño, vio un haz de luz entrando a su recámara a través de la persiana acompañado de un zumbido leve pero penetrante.


Se soñó en una habitación blanca y tan llena de luz que apenas le dejaba mantener los ojos abiertos, estaba acostado sobre una cama de auscultación y lo único que podía ver era el techo y una lámpara brillante. Dos grises estaban de pie a ambos lados de la cama y se comunicaban con él a través del pensamiento, no entendía cómo lo hacían, pero estaba sometido a sus órdenes.


-¿De verdad creías que no sabíamos? Siempre indagando, siempre entrometiéndote, siempre queriendo saber más. Solo tenías que cumplir con tu parte. Esto te lo buscaste tú.- Sentenció uno de los extraterrestres mientras extendía su larga y delgada mano frente a la cara de Max. Una luz azul del tamaño de un punto salió de su palma y fue creciendo hasta que él no soportó más. Y de repente, todo negro.



El autobús misterioso llegó en punto de las 2 am a Hobbs Industries, de él descendieron 30 personas que parecía actuaban por inercia, como lo haría un sonámbulo. Uno de ellos era alto, de tez blanca y tenía el cabello negro recogido con un chongo, usaba un overol de manga larga verde olivo y en su muñeca izquierda resaltaba una pulsera negra con un dije de luna en color plata.



FIN.


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